Cómo los artistas Taylor encontraron inspiración durante el aislamiento gracias a la introspección
Cómo los artistas Taylor encontraron inspiración durante
el aislamiento gracias a la introspección
TAYLOR - CRECIMIENTO
La pandemia de COVID vació temporalmente los locales de
música en directo, pero para nada consiguió silenciar a los músicos. Durante el
aislamiento, en el mundo digital se desencadenó una oleada de creatividad
impulsada por nuevas herramientas que permitieron a los artistas mantener la
conexión con sus seguidores, hacer nueva música a distancia y colaborar con
otros músicos que de otra manera nunca habrían conocido. Algunos de esos artistas
se centraron en preservar la chispa de la música en directo con transmisiones
que iban desde sofisticadas producciones filmadas con medios profesionales
hasta sencillas jam sessions caseras. Otros se volcaron en el trabajo
artesanal, la exploración de nuevos campos musicales y la composición de
canciones que reflejaban las presiones del momento. Y también hubo gente que
encontró en la pandemia una oportunidad para la reflexión personal, la
reevaluación de la vida y el desarrollo de un sentido más firme de identidad
individual y musical.
Allá donde la vida pública se va reabriendo y los conciertos
vuelven a los escenarios, los artistas han empezado a retomar sus actividades.
Pero está claro que las cosas han cambiado: ni la industria, ni las actuaciones
en directo ni las prácticas de composición son las mismas de antes. Ahora que
los músicos empiezan a atraer de nuevo al público a sus conciertos, muchos de
ellos están volviendo a los escenarios con nuevas ideas sobre el verdadero
significado de un buen espectáculo, una canción memorable y una conexión fuerte
con sus seguidores. Por otro lado, también están apreciando desde otra
perspectiva su propio trabajo y el sentimiento de gratitud por las esferas de
nuestra cultura que promueven la música como un puntal de la comunidad.
Los hijos del digital aterrizan en el mundo real
Uno de los efectos más duraderos de la pandemia en el mundo
de la música es la forma en que el parón forzado de los locales físicos ha
puesto el foco en ciertos espacios musicales que antes estaban subexpuestos. En
nuestro artículo sobre la explosión del streaming en directo publicado en el
número anterior de Wood&Steel, los artistas nos hablaban del poder
insospechado de las herramientas digitales para conectarles con la audiencia
superando la distancia física y las restricciones en la vida pública. Las
transmisiones en directo ayudaron a los músicos a no perder el ritmo ante el
público, aunque fuera sentándose con una guitarra acústica frente a la cámara
de un iPhone mientras sus seguidores proyectaban sus reacciones digitales en
forma de emojis de sonrisas y corazoncitos. Ese recurso tuvo un impacto
positivo para todo tipo de artistas en un momento en que la gente se lanzaba a
Internet para encontrar sus dosis cotidianas de música en directo. Y, sin duda,
los que se llevaron la mayor parte del pastel fueron los que ya estaban bien
posicionados en las redes sociales.
Sin embargo, esto no siempre ha sido así. Los artistas de
grandes giras y los músicos establecidos habían acaparado la atención del
público durante mucho tiempo, incluso cuando herramientas como YouTube,
SoundCloud y BandCamp se hicieron populares entre los creadores que aún no
habían dado el salto a la industria. En la era pre-COVID, los profesionales que
se habían labrado una carrera en el «mundo real» tenían un aura de autenticidad
y calidad que no estaba al alcance de los artistas «de Internet». En cierta
manera, las herramientas que estaban llamadas a democratizar la producción musical
acabaron encasillando a artistas jóvenes y creativos de muy diversos tipos en
un territorio digital poblado por un número relativamente pequeño de fieles
seguidores. Le ponían todas las ganas, pero les faltaba la exposición.
La pandemia le dio la vuelta a la tortilla. Tanto los
grandes nombres como los artistas noveles se vieron obligados a abandonar los
escenarios físicos y a hacerse un hueco en Internet, y la música del mundo
digital empezó a jugar en igualdad de condiciones por primera vez. El resultado
fue un estallido de bandas, compositores y músicos solistas que dieron el salto
a un escaparate global y que en muchos casos habían tenido muy poca presencia
en las corrientes dominantes.
Entre los muchos artistas que supieron capitalizar las
singularidades de los meses de pandemia, el trío de pop-punk Meet Me @ the
Altar se ha abierto camino de una manera particularmente interesante. Sus
integrantes Téa Campbell (guitarra, bajo, 224ce-K DLX), Ada Juarez (batería) y
Edith Johnson (voz) llevan desde el 2017 haciendo música juntas, pero no en el
sentido tradicional. Hasta este año, las tres escribían y producían sus
canciones a distancia, enviándose ideas, letras y grabaciones de instrumentos a
través de Internet hasta llegar a un producto terminado. De repente, su forma
de hacer música se convirtió en la norma. Y, mientras los músicos de todo el
mundo intentaban adaptarse a este estilo de creación deslocalizada, las chicas
de Meet Me @ the Altar se encontraron con una enorme ventaja de salida.
«Fuimos una banda de Internet durante unos cinco años», dice
Ada. «Yo vivía en Florida, Edith en Atlanta y Téa en Nueva Jersey, así que
nunca habíamos escrito ni una sola canción juntas en la misma habitación».
Y, aunque durante la pandemia se fueron a vivir a la misma
casa, reconocen que su proceso de composición apenas cambió con la proximidad
física.
«Aunque vivíamos juntas, ese método ya nos funcionaba de
antes», argumenta Ada. «Pensamos, ¿para qué cambiarlo? Así que todavía hoy componemos
cada una en su habitación y luego nos reunimos. Bueno, ahora escribimos las
letras juntas, pero todo lo demás es igual que antes».
Ada, Edith y Téa de Meet Me @ the Altar hablan sobre sus
experiencias de creación musical durante la pandemia y tocan versiones
acústicas de sus canciones.
El efecto «banda de Internet» también tuvo su impacto más
allá del proceso de composición. Meet Me @ the Altar ya tenía una amplia
experiencia en el ámbito digital y en la interacción con sus seguidores a
través de la web, y la COVID contribuyó a crear las condiciones para el
espectacular aumento de su popularidad. El trío había planeado ir de gira en el
2020 y 2021, pero tuvo que quedarse en casa. En ese contexto, la única salida
creativa era escribir canciones. La desaparición de los elementos
«tradicionales» de la industria de la música llevó a los artistas a reenfocarse
en la esencia de su oficio. Para ellas tres, la pandemia fue una olla a presión
que les ayudó a crecer tanto en capacidades como en confianza.
«La cuarentena supuso muchos cambios para nosotras»,
recuerda Téa. «Si no la hubiéramos tenido que pasar, no habríamos sacado tiempo
para sentarnos y recapacitar sobre la dirección en la que queremos ir y en
nuestra evolución como banda».
Tras la cancelación de la gira, las Meet Me @ the Altar no
se lanzaron al streaming en directo (como hicieron muchos otros artistas
durante el confinamiento), sino que se centraron en la composición de
canciones. Excepto por una actuación retransmitida en colaboración con la
cadena de restaurantes Wendy’s, las Meet Me @ the Altar se dedicaron a dar
forma a su voz y a desarrollar su personalidad musical.
«Cuanto más escribes, más cómoda te sientes», afirma Edith.
«Para nosotras, la cuarentena fue una bendición imprevista. Nos hizo estar más
unidas y madurar a través de la composición de canciones. Ahora, todo lo que
escribimos es mejor que lo que hacíamos antes».
El trabajo valió la pena: la banda triunfó durante la
pandemia pasando de 3000 seguidores a más de 50 000. Y, aunque se hace un poco
extraño no poder apreciar ese crecimiento en forma de más público en sus
actuaciones, la conexión con sus seguidores en Internet les ha hecho ver más
claro dónde encajan en la cultura pop en general. Ellas atribuyen parte de su
éxito a una sociedad cambiante con nuevas actitudes que exigen una mayor
inclusión de mujeres y artistas de color en el mundo de la música. Y, como trío
de mujeres de color, a Meet Me @ the Altar le ha llegado su momento.
«Durante la cuarentena pasaron muchas cosas: conflictos
sociales, el Black Lives Matter, la muerte de George Floyd», reflexiona Edith.
«Pero la gente no podía hacer casi nada, así que invirtió el tiempo en meditar
sobre el mundo. Las personas empezaron a pensar en la vida y el arte de la
comunidad negra. Nosotras estábamos ahí y, como nuestra música no está mal, el
público se quedó».
Gracias a su decisión de ir a contracorriente durante la
pandemia, las Meet Me @ the Altar encontraron una oportunidad perfecta para
aumentar su éxito y catapultar su repunte de popularidad con mejores canciones
y un sentido de identidad de banda reforzado. Pero no todos los músicos del
panorama actual nacieron en el ecosistema digital. Para los que habían vivido
décadas en el mundo tradicional, la pandemia supuso otro desafío diferente:
¿cómo te adaptas a los tiempos sin perder tu esencia?
La música crea comunidad
El cierre de locales y la anulación de conciertos fueron las
consecuencias más evidentes de la industria de la música durante la pandemia.
Sin embargo, en el ambiente acechaba otra amenaza más silenciosa pero no menos
significativa: los problemas de salud mental. El aislamiento, la presión
financiera sin precedentes y los continuos cambios en la sociedad han sido una
losa para mucha gente durante los últimos 18 meses. Y también para los
artistas, cuya principal fuente de catarsis emocional, social y creativa (por
no hablar de la estabilidad económica) se esfumó repentinamente y sin previo
aviso. Para Jim Ward, cofundador de At the Drive-In, actual guitarrista de
Sparta y veterano compositor solista, la necesidad de aferrarse a la música
durante la pandemia iba más allá de los objetivos de mantener un perfil público
y no perder la atención de sus seguidores: era una cuestión de supervivencia.
Ward (517 Builder’s Edition, GT Urban Ash) es una figura muy
conocida en El Paso, Texas. Está profundamente conectado con la escena musical
e incluso con la cultura gastronómica de su ciudad natal, ya que es dueño de un
restaurante que tuvo que cerrar por la COVID. Para una persona tan apegada a la
comunidad como Ward, los acontecimientos de principios de la pandemia fueron
devastadores tanto a nivel individual como en su entorno cercano.
«Tuvimos que dejar a la gente del restaurante en la calle,
lo cual fue muy duro mental y emocionalmente. Mi banda, Sparta, había grabado
un disco que salió en abril del 2020, y no se enteró ni el Tato. Cancelamos las
giras y tuvimos que poner en suspenso al equipo, como todo el mundo».
Sin la válvula de escape del trabajo creativo, Ward lo pasó
mal durante los primeros días de la pandemia.
«El confinamiento te afecta mucho como ser humano, sobre
todo si eres una persona social. Era difícil mantener la cabeza en su sitio».
El guitarrista y compositor Jim Ward reflexiona sobre la
importancia de perseverar en tiempos de pandemia y preservar la salud mental
durante el aislamiento.
A pesar de las restricciones en espacios públicos, Ward
sabía que no podía dejar la música si quería conservar la cordura. Para
distraerse, se dedicó a componer una serie de canciones que después se
convertirían en Daggers, su último álbum en solitario. Ward sostiene que la
grabación de ese disco fue una terapia que le sirvió para gestionar su estado
mental y expandir sus capacidades creativas.
«He crecido mucho como ingeniero, porque me vi obligado a
grabar y producir el álbum yo solo. En circunstancias normales habría recurrido
a otras personas, pero cuando las herramientas que te facilitan el trabajo se
volatilizan, te ves forzado a aprender cosas nuevas. Yo salí de ahí con un
renovado espíritu de hombre orquesta».
Sin embargo, esa autosuficiencia solo llega hasta cierto
punto. Aprender nuevas habilidades musicales está muy bien, pero no sustituye
la interacción y la conexión con otros seres humanos, especialmente para
alguien tan implicado en la vida social como Jim Ward. Con la desaparición de
los momentos de encuentro con el público en los conciertos, Ward tuvo que
forjar relaciones a través de Internet con personas a las que de otra manera
nunca habría tenido la oportunidad de conocer. Y la cosa no se quedó en algunas
interacciones en Instagram con seguidores de lugares tan dispares como
Australia o Moscú. Rápidamente, el impulso de salvaguardar un cierto sentido de
unión llevó a Ward a iniciar una nueva tradición: los Friday Beers, una serie
de conversaciones entre Ward y un invitado musical emitidas en directo por
Instagram sin ensayos previos ni edición. Hasta el momento, en los Friday Beers
ha charlado con Rhett Miller, Nina Diaz, Patrick Carney de los Black Keys y
Josh Homme de Queens of the Stone Age.
No se trata de las típicas entrevistas sobre nuevos álbumes,
próximos conciertos y fuentes de inspiración para canciones: son diálogos
reflexivos, muchas veces profundos, en los que Ward y sus invitados se abren al
público a nivel personal de una forma que no es posible en los pocos minutos
que los artistas pueden dedicar a sus seguidores en los conciertos. Ward dice
que estas sesiones han sido reveladoras como vehículo para superar el
aislamiento, tanto para él como para el público.
«Josh Homme es como un hermano mayor para mí», dice Ward.
«Tuvimos una conversación muy íntima y personal ante la audiencia. Luego recibí
un montón de mensajes realmente hermosos, como uno que decía que ‘así es como
deberían ser las relaciones masculinas’. La verdad es que muchos de nosotros
hacemos música porque estamos intentando encontrar una forma de sentirnos
mejor. Y, cuando la gente escucha ese tipo de confidencias, puede pensar: ‘si
ese tío se siente así, pues tampoco será tan terrible que yo me sienta igual’».
Jim Ward cree que este efecto colateral de la pandemia
debería quedarse con nosotros durante la transición hacia algo parecido a la
normalidad. En un mundo demasiado acostumbrado a ver cómo los jóvenes artistas
pierden el control, es importante crear espacios que fomenten la honestidad y
la autenticidad. Y Ward puede hablar de ello desde su experiencia personal.
«Sinceramente, pienso que la primera etapa de mi carrera habría
sido más positiva si alguien me hubiera dicho ‘no pasa nada si ahora mismo no
te sientes bien’ en lugar de simplemente pasarme una botella de vodka. Desde
esa perspectiva, ahora podemos darles algo mejor a nuestros artistas jóvenes».
La música no entiende de reglas
El escenario de la música actual está en constante
evolución, impulsada a partes iguales por los cambios en las actitudes de la
sociedad, la creciente oferta de nuevas creaciones fuera del canal tradicional
de las discográficas y las consecuencias tangibles de una crisis sanitaria
global. Tanto los artistas experimentados como los talentos emergentes están
descubriendo que, en estos tiempos, construir o mantener una carrera en la
música exige una mirada hacia adentro, una inmersión en las profundidades del
arte del oficio y una exploración de territorios creativos inexplorados. Aunque
las herramientas digitales de hoy en día facilitan la conexión con el público
en general y con los seguidores a nivel individual, no pueden reemplazar el
arduo trabajo de materializar las ideas en música y transmitir un mensaje que
sea fiel a uno mismo y, al mismo tiempo, lo bastante universal como para
inspirar a oyentes de todo el mundo. Afortunadamente, si hay algo que la
pandemia ha sacado a la luz acerca de la música contemporánea y las personas
que la hacen, es que el impulso creativo sobrevive a cualquier circunstancia
imaginable.